Un Ícono con acento mexicano

El nuevo Bird on a Rock de Tiffany cuenta una historia compartida entre Nueva York y México, donde el color y la memoria se vuelven joya.

Bird on a Rock no necesita presentación. Es un diseño icónico e histórico. Pero si hablamos de él con frecuencia es porque se trata de un diseño vivo, en constante reinvención. En esta ocasión, por ejemplo, nos sorprende al llevar los colores de nuestra bandera. Y es que este nuevo Bird on a Rock fue creado por Tiffany para honrar a México.

En 1911, el telón de Tiffany ya terminado se exhibió en Nueva York y ese mismo año fue trasladado a México en el buque Monterrey. Se terminó de ensamblar en 1912 en lo que aún se conocía como el Teatro Nacional.

En esta edición única, la Maison mira hacia nuestro país y teje un hilo entre su propio archivo y un legado cultural vibrante: el mismo espíritu que, a inicios del siglo XX, llevó a Louis Comfort Tiffany a colaborar con el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México. Hoy —prácticamente 100 años después— la forma cambia, pero el lenguaje del color con el que Tiffany se comunica con nosotros permanece.

El color como manifiesto

El corazón de la pieza es una turmalina verde de 24.48 quilates —elegida por su claridad y saturación profundas— sobre la que se posa el ave icónica. Alrededor, una orquesta precisa de 14 esmeraldas, 57 rubíes con un peso cercano a 3 quilates y diamantes que superan los 2 quilates rinde homenaje a los colores de la nación. Nada aquí es casual: el engaste se concibió para que el color cuente la historia antes que las palabras. Detrás de este broche hay más de 150 horas de trabajo artesanal que afinan cada decisión, desde la selección de las gemas hasta el ritmo de los destellos.

Diseñado por Jean Schlumberger en 1965, es uno de esos emblemas capaces de reinventarse sin perder carácter.

De Nueva York a México, ida y vuelta

“Este Bird on a Rock único es una celebración del legado de México y del savoir-faire de Tiffany”, resume Victoria Wirth Reynolds, jefa de gemología de la casa. Y ese es, quizá, el punto: la pieza funciona como un puente delicado entre dos imaginarios. Nueva York aporta el pulso de taller; México, la paleta y la emoción. El resultado no busca ilustrar literalmente un lugar, sino traducir su energía en alta joyería contemporánea. Que la joya hable de aquí y de ahora, sin perder la memoria de entonces.

Total
0
Shares
Previous Article

La poesía de los astros en una caja más compacta

Related Posts
Leer más

Corazón de piedra

Este año en que las carátulas de piedras naturales dominan la escena relojera, los Code 11.59 by Audemars Piguet se unen a la tendencia.