La luz del sol cambia cuando Tom Ford la embotella. Ya no quema, ni cansa, ni deslumbra… hipnotiza en este que no es solo un perfume; es un destino. Un pasaporte dorado al eterno verano, donde los cítricos chispean, las flores se desbordan y el calor se convierte en un placer adictivo. Bienvenida al mundo Eau de Soleil Blanc de Tom Ford, donde el sol no se esconde, asciende.

Ascenso al sol
El primer rocío estalla como un rayo sobre la piel: brillante, ácido, eléctrico. Mandarina, limón, bergamota integral y vert de bergamot marcan el inicio con fuerza. No insinúan, impactan. Como abrir las ventanas frente al mar Mediterráneo a las siete de la mañana. La brisa huele a cedro y naranja amarga, a fruta recién exprimida y promesa de aventura. Nada tímido, todo impulso.

El corazón floral de Eau de Soleil Blanc de Tom Ford
Tras la ola cítrica de Eau de Soleil Blanc de Tom Ford, estalla la floración. Pero aquí las flores no susurran, se imponen. El ylang-ylang se retuerce entre el nardo y la flor de azahar, formando un corazón exuberante, embriagador, casi teatral. Neroli y petitgrain le dan frescura con carácter, mientras que el lirio especiado irrumpe como un gesto dramático, un giro elegante en medio del calor. En este universo floral firmado por Tom Ford, no hay inocencia: solo pétalos vibrantes danzando bajo el sol.

Ámbar, coco y deseo
La base no suaviza el ritmo, lo intensifica. Benjuí, haba tonka y vainilla construyen un fondo ámbar que vibra como piel dorada en plena siesta. El acorde de coco de mer —sensual, cremoso, irresistible— llega como un remate decadente. El pistacho tostado con cardamomo lanza un guiño especiado y gourmand que cierra el círculo con deseo. No se desvanece: se queda, se funde, se graba.

Eau de Soleil Blanc de Tom Ford se presenta en una botella estriada, esmerilada, coronada por detalles metálicos dorados. Un objeto que no se adorna, conquista. Disponible en México en versiones de 50 y 100 ml, esta fragancia no se lleva, se vive y el verano se convierte en un estado permanente.