Richard Mille, inspirado en la grandeza arquitectónica del arte gótico y el cautivador movimiento del agua, ha creado un reloj que parece haber salido de una catedral submarina, ensamblado con su único savoir-faire de transparencia del tiempo. Se llama RM 75-01 Flying Tourbillon Sapphire, una hazaña técnica que exige 1,000 horas de trabajo, 40 días de rectificado y un tourbillon que literalmente flota.

Esta pieza marca la primera vez que la casa diseña un movimiento específicamente para una caja de zafiro, y el resultado es un poema mecánico con alma líquida y esqueleto gótico.
La danza del tourbillon (volante, claro)
Este calibre no solo se ve etéreo: lo es. El RM 75-01 Flying Tourbillon Sapphire, totalmente esqueletado, el tourbillon volante y el barrilete volante eliminan los puentes superiores para parecer suspendidos, como si respiraran dentro de la caja. El movimiento está montado sobre una platina de titanio con tratamiento PVD en oro 5N, que añade calidez al brillo técnico. Todo se apoya en una brida que recuerda a las bóvedas de crucería gótica, y que de noche —gracias al SuperLuminova— se transforma en una cúpula luminosa. Minimalista pero complejo, este calibre es un equilibrio entre fuerza y ligereza.

Zafiro, pero con historia y mar de fondo
La caja, compuesta por bisel, carrura y fondo de zafiro sintético, se mecaniza con tolerancias micrométricas. Su dureza es de 9 en la escala de Mohs (casi como el diamante), lo que significa que es virtualmente inrayable… pero también increíblemente difícil de trabajar. El modelo se lanza en tres variantes: una completamente transparente con correa verde mar; otra en zafiro rosa lila (hola, sunset vibes); y una azul profundo que parece sacada del fondo del océano. Cada color se logra mediante la incorporación de óxidos metálicos al zafiro durante su crecimiento, lo que requiere un control de laboratorio y mucha, mucha paciencia.

una escultura que da la hora
Con solo 35 piezas en total —10 por cada versión bicolor y 15 del modelo full transparente—, el RM 75-01 no busca ser discreto. Busca emocionar. Elevar. Abrir nuevas posibilidades para lo que un reloj puede ser. Entre la precisión técnica, la estética neogótica y el guiño a los paisajes marinos, esta creación se convierte en una ópera prima del savoir-faire relojero. Y sí, también da la hora… aunque aquí el tiempo, más que medirse, se contempla.
