Bird on a Rock no necesita presentación. Es un diseño icónico e histórico. Pero si hablamos de él con frecuencia es porque se trata de un diseño vivo, en constante reinvención. En esta ocasión, por ejemplo, nos sorprende al llevar los colores de nuestra bandera. Y es que este nuevo Bird on a Rock fue creado por Tiffany para honrar a México.

En esta edición única, la Maison mira hacia nuestro país y teje un hilo entre su propio archivo y un legado cultural vibrante: el mismo espíritu que, a inicios del siglo XX, llevó a Louis Comfort Tiffany a colaborar con el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México. Hoy —prácticamente 100 años después— la forma cambia, pero el lenguaje del color con el que Tiffany se comunica con nosotros permanece.
El color como manifiesto
El corazón de la pieza es una turmalina verde de 24.48 quilates —elegida por su claridad y saturación profundas— sobre la que se posa el ave icónica. Alrededor, una orquesta precisa de 14 esmeraldas, 57 rubíes con un peso cercano a 3 quilates y diamantes que superan los 2 quilates rinde homenaje a los colores de la nación. Nada aquí es casual: el engaste se concibió para que el color cuente la historia antes que las palabras. Detrás de este broche hay más de 150 horas de trabajo artesanal que afinan cada decisión, desde la selección de las gemas hasta el ritmo de los destellos.

De Nueva York a México, ida y vuelta
“Este Bird on a Rock único es una celebración del legado de México y del savoir-faire de Tiffany”, resume Victoria Wirth Reynolds, jefa de gemología de la casa. Y ese es, quizá, el punto: la pieza funciona como un puente delicado entre dos imaginarios. Nueva York aporta el pulso de taller; México, la paleta y la emoción. El resultado no busca ilustrar literalmente un lugar, sino traducir su energía en alta joyería contemporánea. Que la joya hable de aquí y de ahora, sin perder la memoria de entonces.
