Las esculturas de Ruth Asawa (Norwalk, California, 1926–2013) levitan como pensamientos atrapados en hilos de alambre. Suspendidas en el espacio, proyectan sombras que se convierten en dibujos tridimensionales. En su aparente ligereza, se percibe la solidez de una vida atravesada por la adversidad, la curiosidad y una inagotable pulsión por aprender.
Una vida hecha de alambre, luz y resistencia
Hija de inmigrantes japoneses, Asawa creció en una granja californiana. La Segunda Guerra Mundial marcó un punto de quiebre en su juventud: tras una orden ejecutiva, su familia fue forzada a ingresar en campos de concentración junto a miles de ciudadanos estadounidenses de origen japonés. Fue en ese contexto de encierro donde empezó a dibujar, como forma de resistencia y de consuelo. Después de la guerra, ingresó en el legendario Black Mountain College, un espacio de libertad y vanguardia donde coincidió con Josef Albers y Buckminster Fuller. Ahí aprendió que los materiales más modestos —el papel, el hilo, el alambre— podían convertirse en catalizadores de formas nuevas. Fue un viaje a Toluca, México, lo que detonó su lenguaje escultórico. Mientras trabajaba como voluntaria en una iniciativa educativa, observó a mujeres que tejían cestas de alambre con las manos. De ese gesto cotidiano emergió una técnica que revolucionaría la escultura contemporánea: estructuras tejidas a mano, sin cortes, que se expanden como células o universos contenidos.
Asawa estudió brevemente en la UNAM, visitó museos y talleres, y absorbió el espíritu del muralismo y la pedagogía comunitaria que luego replicaría en San Francisco, su hogar definitivo. Allí desarrolló no sólo su obra artística, sino también una profunda labor educativa. El Alvarado Arts Workshop, que fundó en los años 60, llevó programas de arte a las escuelas públicas de la ciudad, y fue semilla de una red de iniciativas comunitarias que integraban arte, juego y conciencia social.
Tejiendo el tiempo a traves del arte
Lo que distingue a Asawa no es solo la originalidad de su lenguaje visual, sino su forma de habitar el tiempo. Sus esculturas no se imponen: crecen, se despliegan, se balancean con el aire. Son relojes sin números, sin ruido, que miden no las horas, sino la atención y el gesto. En sus propias palabras: «El arte es acción. El arte se vincula directamente con la vida«. En su obra, el tiempo no avanza en línea recta, sino que gira en espiral. Es una conversación entre el presente y la memoria, un gesto paciente que recompone lo que la historia ha fragmentado. Asawa no sólo tejía formas, tejía continuidad y pertenencia.
seis décadas de creación
La exposición Ruth Asawa: A Retrospective, organizada conjuntamente por el SFMOMA (donde tuvo su inauguración en la primavera de 2025) y el MoMA (donde puede verse hasta el 7 de febrero de 2026) , reúne más de 300 piezas entre esculturas de alambre, obras en papel, bronces, collages y material de archivo. Desde sus primeros experimentos en Black Mountain hasta sus dibujos botánicos de los años noventa, la muestra recorre seis décadas de creación ininterrumpida. Cada sala ofrece un punto de entrada distinto a su universo: los motivos vegetales, la repetición como meditación, el cuerpo como herramienta y la enseñanza como arte. Después de su paso por Nueva York, la muestra viajará al Museo Guggenheim Bilbao (marzo–septiembre de 2026) y a la Fondation Beyeler en Suiza (octubre de 2026–enero de 2027).