Más que joyas, la colección de Perlée couleurs son pequeños relicarios de intención. Van Cleef & Arpels transforma el acto de elegir una gema en una especie de ritual personal, un gesto que interrumpe la rutina con belleza y sentido. Zafiro, rubí y esmeralda no son solo piedras preciosas: son símbolos vivos, energías que vibran en el cuerpo y en la historia.
Zafiro: el susurro azul de la sabiduría
Desde la antigüedad, el zafiro ha sido una gema vinculada al pensamiento claro y al alma tranquila. Su nombre nace del hebreo Zapphir, “el más bello”, y del griego sappheiros, “piedra azul”; y en su interior parece contener un mar profundo, sereno e inabarcable. Grecia, Persia, India… civilizaciones enteras lo portaron como talismán de protección, claridad espiritual y justicia divina. En la Europa medieval, decoraba coronas y relicarios sagrados, como una extensión tangible del cielo sobre la tierra.

En Perlée couleurs, Van Cleef & Arpels traduce ese legado en un gesto elegante y contemporáneo. El anillo, con su silueta redonda y perlas de oro que abrazan la gema, encierra un regreso a lo esencial: calma, herencia, profundidad. Como un pensamiento que se queda.
Rubí: el latido rojo vibrante
El rubí no se lleva, se enciende. Su nombre nace del latín ruber (“rojo”), pero en la India se le conoce como ratnaraj, “rey de las piedras”: un título que no solo habla de rareza, sino de reverencia.
Desde hace siglos, esta gema ha sido símbolo de vida intensa, poder espiritual y amor visceral. En textos bíblicos, en rituales chamánicos, en coronas imperiales. El rubí siempre ha representado fuerza y pasión.

Entre el rosa y el escarlata, su fuego que arde y pulsa. Van Cleef & Arpels ha sabido interpretar esa vibración con creaciones míticas como el clip Chrysanthemum Mystery Set o anillos que parecen encender la piel.
En Perlée couleurs, la Maison canaliza esa energía en una forma contenida, envolviendo el rubí en oro perlado como si resguardara un corazón volcánico.

Esmeralda: el verde que recuerda a la vida
Entre todas las gemas, la esmeralda es la que más se parece a un susurro de la naturaleza. Su nombre proviene del sánscrito smaragdus, “corazón de piedra”, y desde el antiguo Egipto hasta las culturas precolombinas, ha simbolizado el renacimiento, la fertilidad y el poder espiritual. Cleopatra la usaba como talismán de juventud eterna; los Incas y los Aztecas la consideraban una piedra sagrada, cargada de visiones y curación.

Para Van Cleef & Arpels, cada esmeralda es elegida con especial cuidado, no por su perfección, sino por sus “jardines”: un término poético usado en joyería para describir las inclusiones naturales que habitan en su interior. Como raíces atrapadas en cristal, estas marcas revelan el origen auténtico de la piedra, su singularidad irrepetible.