El Ritual de la sutileza

En la barra de Tani Omakase, el chef dirige un viaje de diez tiempos donde brillan el chu-toro, el otoro sopleteado, las tostadas kaisen y el temaki de jaiba suave.

Hay experiencias que no se explican, solo se sienten. Tani Omakase es una de ellas. En el rooftop del Hotel Flow Condesa, justo donde la ciudad baja un poco la guardia y deja entrar el viento, este restaurante japonés se despliega como un pequeño ritual contemporáneo. Aquí no se viene a elegir; se viene a confiar. A soltar. A dejar que las manos del chef narren, platillo a platillo, una historia.

Tani Omakase es un viaje intenso, una caminata por un valle imaginario donde cada pieza cuenta una microhistoria distinta: la del mar, la del bosque, la del gesto preciso del chef que transforma ingredientes en pequeñas revelaciones. Un referente ya indiscutible de la cocina japonesa de alta gama en México.



El restaurante trae la tradición japonesa del omakase a la CDMX con un menú de 10 tiempos guiado por la frescura del día. El omakase significa literalmente «ponerse en las manos del chef». No hay menú que anticipar. De principio a fin —incluido el último sorbo de sake—, todo responde a una coreografía minuciosa donde los detalles mandan.

La exclusividad es parte esencial del ambiente. Solo 14 personas pueden vivir el omakase en horarios fijos (14:30, 17:30 y 20:30). No hay prisa, no hay ruido, no hay distracciones: solo el chef y una barra que se vuelve escenario. Para quienes buscan algo más espontáneo, existe el área abierta, sin necesidad de reservación.

En las manos del chef

Entre los platillos del recorrido de omasake una ensalada con atún karaage que funciona como un despertar gustativo: el contraste entre fritura ligera y frescura vegetal es delicioso. También un sashimi de hamachi con coles de Bruselas salteadas en miso dulce, un plato donde destaca el equilibrio: el hamachi llega con corte limpio y textura firme, mientras que las coles aportan caramelización y profundidad sin dominar al pescado.

Destacan los nigiris, que conforman el eje técnico del menú. El akami con ajo frito revela un corte exacto que respeta la fibra del atún y un ajo crujiente usado con mesura. El chu-toro con anís estrella muestra un maridaje aromático arriesgado pero bien conducido: el anís aporta un perfume cálido que amplifica la untuosidad del corte medio. El otoro sopleteado está ejecutado con prudencia: el calor superficial apenas emulsiona la grasa y libera aromas sin comprometer la textura interna, un punto que requiere atención y que aquí se logra con solvencia.

La propuesta toca el cielo con la tostada de hoja de shiso tempurizada con robalo y salsa de shishito y yuzu. En este caso la tempura es ligera, el shiso aporta frescor herbal y el robalo —sutil y exacto— se beneficia del contraste cítrico del yuzu.

El viaje sigue con una de las especialidades de la casa, las tostadas kaisen, con mix de proteína, jalapeño, serrano, aguacate, cebollín e ikura.

En definitiva, un abanico de sabores, texturas, aromas e historias que cambian cada día. Su mayor virtud está en la consistencia: técnica discreta, cortes precisos, control térmico impecable y una comprensión clara del equilibrio entre frescura y sazón. Es un espacio para quienes buscan un omakase sólido, honesto y con respeto absoluto por el producto; un restaurante que se sostiene no por estridencia, sino por técnica y criterio.

Total
0
Shares
Previous Article

Reine de Naples: Dos nuevas maneras de mirar la luz

Related Posts
Leer más

La nueva piel del otoño

Sephora México nos comparte su guía de belleza inspirada en los tonos del otoño y nos contagia con la calidez luminosa de la temporada.