Todo cautiva a la imaginación

El primer reloj de pulsera en la historia, fue una creación de Breguet. Pero idea de una de sus clientas más brillantes: la reina de Nápoles.

Como la familia de la famosa serie Bridgerton, los Bonaparte también enfrentaron las críticas de una escritora “demasiado observadora”. ¿Su Lady Whistledown? Laure Junot, duquesa de Abrantes. Más conocida como Madame Janot, la cronista de chismes de la época apuntó esto sobre la protagonista de nuestra historia: “Es una niña hermosa, fresca como una rosa […] pero de ninguna manera posee la figura perfecta que distingue a su hermana mayor”. Le reconocía —al menos— que era una joven “encantadora”, pero la mujer de la que hablamos fue más que eso. Caroline Murat (1782-1839), reina de Nápoles y musa de Breguet, pasó a la historia por su belleza, su inteligencia y también por su destreza política y pasión por las artes.

Caroline Murat por Louis Ducis, circa 1810.

“Es hábil, capaz. Tiene carácter y una ambición desordenada. De toda mi familia, es la que más se parece a mí”, decía Napoleón Bonaparte de su hermana menor. Solo que Caroline, quien luego adoptó el apellido Murat por su esposo Joachim, prefería dedicar su pensamiento estratégico a la exaltación de la belleza y no a los campos de batalla. Durante los casi ocho años que ella y su esposo fueron reyes de Nápoles, él tuvo largas ausencias a causa de la guerra, de modo que, en plena turbulencia política, ella tomó las riendas del trono. Durante su reinado, Caroline impulsó las excavaciones arqueológicas para rescatar las ruinas de Pompeya, se convirtió en mecenas de decenas de artistas e insistió en que era prioritario que las niñas tuvieran acceso a la educación. Amante de la buena vida, de la misma forma en que usó su determinación para promover el desarrollo cultural, lo hizo para darse una vida llena de lujos. Hacía viajes frecuentes a París —donde su esposo fue gobernador y su hermano se autocoronó emperador— para actualizar su guardarropa y dejarse tentar por las joyerías de la Place Vendôme. Pero más allá de tiaras, camafeos, collares y tesoros similares, los objetos de lujo más apreciados por la reina de Nápoles eran los relojes.

UN VOTO POR LA AUTOEXPRESIÓN

El gusto de la reina de Nápoles por los guardatiempos le llegó desde muy joven. Tenía apenas 23 años cuando compró su primer Breguet y le fue tan fiel a la firma que, a lo largo de su vida, sumó una colección de 34 péndulos y relojes. Contaba con el privilegio de que, en cuanto deseaba uno, se lo solicitaba al mismísimo Abraham-Louis Breguet y, como era una mujer creativa, no escatimaba en peticiones especiales para el relojero. Fue así como, gracias a estas comisiones, nació un hito que marcó no solo a Breguet, sino a la relojería en general: el reloj de pulsera.


En un registro de reparaciones de 1849, el Breguet No. 2639 es descrito como “un repetidor de forma oblonga para brazalete”. A la derecha, el modelo 8908 con el que Breguet inauguró la permanencia de la colección Reine de Naples en su catálogo y un reloj de viaje Breguet No. 2655 realizado en 1812 para Caroline Murat que se subastó en 2009 por 723 mil francos suizos. Abajo: Retrato de Caroline Murat, Ingres, 1814. Colección privada, Nueva York.

La idea no venía de la nada. Amante de la moda y la belleza, Caroline era una adelantada a su tiempo que confiaba en sus ideas y en su intuición. Para entender un poco su pensamiento, basta con leer este fragmento de una carta en la que describe sus dominios a la reina Hortense de Holanda: “es un país tan rico en souvenirs y objetos curiosos que todo, hasta las piedras, cautiva la imaginación”. Así que viniendo de una persona capaz de encontrar inspiración hasta en las rocas, la petición que hizo a Abraham-Louis Breguet en junio de 1810 puede verse, en retrospectiva, como una obviedad. Poseyendo tantos relojes de bolsillo y viendo cómo las mujeres de la élite comenzaban a llevarlos en collares, Caroline propuso “un reloj para un brazalete” que, por un lado, marcaba una diferencia en su estilo personal y, por otro, resolvía una necesidad de practicidad en su vertiginoso estilo de vida. La caja del reloj debía tener la forma de un óvalo, su pulsera tenía que ser hecha con pelo tejido con hilos de oro y además debía contar con termómetro.

Pese a que lo anterior lo sorprendió, Breguet estaba acostumbrado a que las excentricidades de la realeza le impusieran retos técnicos y estéticos. Treinta años antes, por ejemplo, un hombre misterioso le había solicitado un reloj que incluyera todas las complicaciones conocidas hasta el momento para hacerle un regalo a la reina María Antonieta. Era un proyecto tan potente que para ese año seguía trabajando en él pese a que la tragedia había alcanzado a su musa… Como sea, eran locuras que lo impulsaban y, gracias al apoyo de 17 expertos que realizaron 34 operaciones por separado a lo largo de dos años y medio, el reloj No. 2639 fue entregado a su dueña. Una pieza que cambió nuestra forma de leer la hora, pero que desafortunadamente nadie ha vuelto a ver jamás. El último rastro que hay de él data de 1855, cuando una de las hijas de Caroline —la princesa Louise Murat, luego condesa de Rasponi— lo llevó a reparación. Fue una suerte porque, gracias a eso, se escribió una detallada descripción del reloj en la bitácora del taller; sin embargo, una vez devuelto se esfumó del ojo público y se convirtió en una de las más grandes leyendas de la relojería.

SER COMO LA REINA DE NÁPOLES

Cuando los hombres descubrieron la comodidad de los relojes de pulsera en los inicios del siglo XX, las mujeres llevábamos ya varios años disfrutándolos gracias a Breguet, que con el tiempo evolucionó su oferta hasta llegar a modelos femeninos de estilo sport-elegant como el Marine, que tiene declinaciones cada vez más versátiles. Pero hacerlo al más puro estilo de Caroline Murat es posible desde que, en 2002, Breguet introdujo la colección Reine de Naples a su catálogo. Este homenaje ha permitido el nacimiento de decenas de reinterpretaciones de aquel primigenio reloj de pulsera y, con cada lanzamiento, se demuestra que puede ser más bello, más complejo y absolutamente capaz de adaptarse a los tiempos que corren. Justo lo que buscan las mujeres que valoran el poder de la historia.

Izquierda: Retrato de Carolina Bonaparte (1782-1839), autor desconocido, siglo XIX. Colección del Musée National des château de Malmaison et de Bois-Préau. Ilustración de Diana Ramírez .Derecha: Este año, en el marco de su aniversario 250, Breguet presentó dos nuevas ediciones del Reine de Naples.

Conoce la nueva colección Reine de Naples de Breguet: CLICK AQUÍ.

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